de Cecilia Moscovich
La pileta
La casa está sola en el medio del campo
-una luz inmóvil en la negrura-
Nosotros juntábamos luciérnagas para hacer una lámpara
hoy junto recuerdos
con los que atravieso una tarde
en la que soy una herida.
La casa está alta sobre una loma
y tiene una respiración vieja y cansada
apenas si puedo acordarme de sus habitaciones
¡es que pasó tanto tiempo!
la vida recién empezaba
y mi memoria aún no sabía
cómo guardar las cosas.
Los espejos estaban nublados
y los grifos chirriaban
de ellos salía un agua
que venía del pasado
(fresca, oscura, con olor a pozo).
En las canillas venían naufragando
pequeñas ranitas
que yo adhería a las paredes
pálidas de la ducha.
Los techos eran altos e inalcanzables
como el futuro
la cocina era triste y mal iluminada
las camas tenían barrotes de hierro
y colchones con resortes
de esos que se destripan
y juntan insectos.
Había además,
sobre todo,
una pileta,
cavada justo en el corazón de la pampa
y un día esa pileta estuvo vacía
y una niña se cayó en ella
y se desvaneció.
Despertó adentro de la casa vieja
junto a su madre que la esperaba en cuclillas
en la penumbra de la siesta.
Yo no sé a dónde se fue esa niña cuando se desvaneció
pero siento ahora
que en el fondo de esa pileta
se quedó durmiendo el tiempo
que esa pileta es el pasado
en esa pileta
aún tiembla mi infancia
y nadie, pero nadie,
se ha muerto.
