Me
cogería
al tipo que está ahí sentado, en los laterales del tren entre la
parejita de franceses que leen a Nothomb —qué pasa con las parejas
que devienen un solo ser, qué pasa con las parejas— y las dos
cuarentonas marujas de barrio que claman a viva voz: hay que ver lo
gorda que está La Puri, que había dicho que luego de tener al niño
se apuntaría al gimnasio, y está más gorda que no vea. El
que me mira de reojo mientras leo sentada junto a la ventana, con los
rayos del sol abrigándome la piel y aclarándome el color de los
ojos que se me entrecierran, apenas, y casi me hieren.
Con su ropa de gimnasio y su altura disimulada, nota mis piernas, mi
escote, a él
también se le deben estar aclarando
un poco más sus pupilas verdes por toda esa luz que nos invade desde
los grandes ventanales, y miráme acá, arriba, que tengo un rayo
clavado en en esto que me late, mira y late, y me podría mojar en
menos de un minuto, en dos segundos, podría venir y agarrarme,
recostarme suavemente contra el piso y clavarme de todo envueltos de
sol, empezar a movernos de a poco al ritmo del traqueteo del tren que
avanza sobre los raíles. Del tren que ahora atraviesa polígonos y
campos andaluces, y pasa junto a unos cuantos caballos inesperados
que pastan al costado del mundo y tu cara Wallace, tu cara en mi
memoria, de repente, vos en mi sillón acariciándome la espalda. Me
gusta mandarte capítulos de mi novela y que tú me mandes los tuyos,
decís y sonrío de este lado del tiempo, y la ternura por tu
cara-recuerdo tapa esta breve fantasía sexual con el hombre que
ahora sí, me mira fijo a los ojos, se levanta, se palpa o acomoda
algo en el bolsillo del pantalón, se acerca.
Me
pasa eso sabés,
últimamente, siento que todos los hombres que me cruzo quieren
cogerme, que si quisiera podría cogerme a cualquiera, ya, al que
sube ahora mismo al vagón empujando un cochecito con el que será su
hijo bebé, junto a la que será su mujer, junto a la que será su
otra hija. Podría, podría irme con él al baño y seguro que no
estás preparado todavía para escuchar estas cosas y por eso nunca
te las voy a decir, porque hay cosas que están pensadas para ser
literatura, cosas como que sí, que este será tal vez el principio
del amor —el amor como fuerza que une las vidas— que justamente
por eso, porque estoy empezando a quererte, se me abre el amor. Y la
gente lo percibe, lo huele en mi aire o mi piel y lo busca sin
saberlo. Haría tríos y cuartetos con vos, orgías y calles y
exponerme a la vida, sería libre y feliz y sexual y abierta y muchas
cosas que ya soy. Pero quizá nunca podamos, no lo sé —me refiero
a lo de las orgías y a lo de la libertad absoluta para todos y
todo—, la normalidad nos sodomiza cuando quiere y el hombre se
sigue acercando.
