Esta
es la subhistoria de los viajes clandestinos. Mi viaje. De los
pasajes íntimos
que andamos hasta la redención —una
redención invertida donde ya no buscamos expiación, sino seguir
amando a quienes a esta vida nos expulsaron—.
Hasta
escupirles en la cara. Escribir libros como si los padres se hubieran
muerto.
Yo
te perdono madre porque has pecado. Te perdono padre.
Quiero
otorgarles mi perdón
ambiguo y sin remedio.
Y
si hubiera sido al revés.
Una madre diosa y suprema hacedora de todos los polvos que se agitan
sobre esta tierra. Un vientre de hombre eyectando cuerpos por el ano.
Un solo cuerpo neodivino de mujer desnuda. Estampada quieta,
crucificada y muerta.
Envuelta
en el erotismo sacro de los muertos, perdón
cuerpos.
Qué
hubiera sido de la historia y de mi historia si la mujer no hubiera
sido solo vientre y tierra. Si el hombre no hubiera sido El, aquel
que oye, y mira, y justifica nuestros actos. Desde arriba. Nuestras
vidas. Sobre la mujer, sobre la tierra.
Él.
Que sabe más de nosotros que nosotros mismos. Que es el padre de su
mujer. En aquel mito fundamental. Aquí abajo, en este mundo.
Yo
les imploro. Padres. Aunque no tengan oídos,
déjenme que los perdone.
