Antes
de todos mis viajes. Emerjo de la sala de partos, mamo de los pechos
de mi madre. Ella me alimenta y me contempla. Ella que sabe más
de mi que yo misma. En ese instante. Ella que me nombrará y me dirá
quién soy. A mi, que soy su primera hija, que la torno diosa y la
redimo del olvido. Todavía tengo los ojos cerrados pero ella puede
mirarme mientras lloro. Desde arriba. Todavía no tengo miedo, o sí,
soy y lloro, no callo, tardo cuarenta horas en nacer, eso me dirás
después. Que nací nerviosa, que fui una niña nerviosa,
insatisfecha. Atención: cualquier historia puedo creerme sobre aquel
tiempo en el que yo no tenía memoria.
Créanse
que esto es mentira porque es literatura. Gracias. De verdad.
Gracias.
Yo-le-tenía-miedo-a-todo-lo-que-no-fueras-vos-mamá.
Quiero
escribir una novela. Percibir la textura de cada palabra, hallada
secreta en el fondo de mí.
Oyes aquella llama hollada que ha sido hallada, y llama, como una
árida llaga, y llega. Y nos llega.
Parir
novelas. Como ríos
que se cuentan. Como fuentes-dinamita. Como sacos sin fondo envueltos
en libros.
Miedo
porque vos eras mi madre y eras el mundo. Y no una mujer.
¿Qué
carajo es una mujer? Que alguien me explique.
