miércoles, 13 de mayo de 2015

Fragmento de "El Pozo"

de Juan Carlos Onetti 




     Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce. Todo en la vida es
mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender. Hay en
el fondo, lejos, un coro de perros, algún gallo canta de vez en cuando, al norte,
al sur, en cualquier parte ignorada. Las pitadas de los vigilantes se repiten si-
nuosas y mueren. En la ventana de enfrente, atravesando el patio, alguno ron-
ca y se queja entre sueños. El cielo está pálido y tranquilo, vigilando los gran-
des montones de sombra en el patio. Un ruido breve, como un chasquido, me
hace mirar hacia arriba. Estoy seguro de poder descubrir una arruga justa-
mente en el sitio donde ha gritado una golondrina. Respiro el primer aire que
anuncia la madrugada hasta llenarme los pulmones; hay una humedad fría
tocándome la frente en la ventana. Pero toda la noche está, inapresable, tensa,
alargando su alma fina y misteriosa en el chorro de la canilla mal cerrada, en
la pileta de portland del patio. Esta es la noche. Yo soy un hombre solitario
que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad; la noche me rodea, se cumple
como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella. Hay momentos,
apenas, en que los golpes de mi sangre en las sienes se acompasan con el lati-
do de la noche. He fumado mi cigarrillo hasta el fin, sin moverme.
     Las extraordinarias confesiones de Eladio Linacero. Sonrío en paz, abro la
boca, hago chocar los dientes y muerdo suavemente la noche. Todo es inútil y
hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos. Me hubiera gustado
clavar la noche en el papel como a una gran mariposa nocturna. Pero, en
cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un
muerto y me arrastra, inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo.