(del poemario inédito Las niñas que no saltan del tejado)
de Miryam Hache
Debo cruzar el puente
para llegar hasta.
Luego
la acera es una curva,
luego
un círculo de piedras
y señales de tráfico.
Luego otra curva
y más allá
una calle torcida al
cielo,
tan empinada
que las personas suben
en escaleras mécanicas.
Hay quietud en el
ascenso
lentitud hacia las
casas de entre la bruma.
Vivo en la parte alta
de Barcelona,
entre escaleras
mecánicas
y atisbos de más
alturas.
En barrios
construidos sobre
montañas.
Se tapian las puertas y
las ventanas de las casas deshabitadas
—para
que nadie entre
salvo las grietas y los
bichos—,
se tapia la hierba
en hileras inclinadas,
se embadurnan con una
pasta que se endurece al viento.
Así
nuestras pisadas son
más rígidas y firmes.
Así
es más dificil caer de
un barranco asfaltado al mar
que desde una ruta
sinuosa
llena de
irregularidades y surcos,
de animales
desconocidos y maleza sin cortes.
Formo parte
en internet
de un grupo de personas
que comparten fotografías
de casonas que han
visto,
de edficios abandonados
por hombres
con árboles crecidos
adentro.
Bastardos concebidos
debajo del suelo
rompen los cristales y
las lozas de los muertos.
Sus muros son grandes
marcos
de una pintura en
relieve total.
Otros habitantes
de barrios más altos
contemplarán
la cultura fracturada
abierta al cielo.
O a
internet-azul-como-el-cielo.
Cómo no sentir la
belleza de las piedras que sostienen el puente
de las grandes cúpulas
de catedrales de siglos
de las paredes
vernáculas raídas
de la música
enrrollada a columnas y balcones
cómo no sentirla
más adentro de la
piel,
si descubro que soy
huérfana
de infancia y de
ciudad,
que las grandes
murallas son tan frágiles después.
En algunas de esas
imágenes:
restos de vitrales
pintados.
Cubertería de plata
para la hiedra.
—Ay
mis líricos clichés—
Yo
cruzo el puente
y escribo a través de
mis manos
poemas vitrales colores
trizas de piedras
que serán
esparcidas
como las partes de mi
cuerpo
como pedazos de
edificios
corroídos
por todo ese tiempo sin
gente.
Yo
escribo:
si no van a dejarnos
entrar
al menos aireen, abran
las ventanas,
dejen que los árboles
revienten.
