por Carmen Tomás
José
Agudo nació en Fregenal de la Sierra (Badajoz) en 1952, aunque su
vida, hasta la fecha, transcurre lejos de esas tierras, entre
Mallorca y Barcelona, donde reside actualmente. Ambos lugares le han
impregnado de lo que él mismo denomina una profunda "nostalgia
mediterránea". En 1977, ya en Barcelona, fundó, en
colaboración con otros escritores, la revista de arte y literatura
Alisma, participando activamente en los numerosos acontecimientos
culturales que tuvieron lugar en la capital catalana a finales de los
años setenta. Es en esa época cuando toma plena conciencia del
significado de la palabra poesía y cuando descubre a poetas que le
van a mostrar la verdadera dimensión del poema.
Entre
su vasta obra cabrían resaltar las siguientes publicaciones: Naufragios
(1992), Conciencia
de mí mismo (1995), Dibujando
la Rosa de los Vientos (1996), Hombre
desnudo (2006), Esta
frágil cadencia (2008).
Ha
sido premiado en numerosos certámenes de Poesía: IV Concurso de Poesía de Primavera de Palma de Mallorca, XII Certamen de Poesía Federico García Lorca, I Certamen Nacional de Poesía Ciudad de Torrevieja, Premios Otoño de Poesía Villa de Chiva, XXVIII Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez.
¿Por
qué tu obra es considerada como poesía de la meditación?
–Nunca
me ha gustado considerar la poesía como un arte que pueda situarse
en compartimentos estancos. Identificarla de tal o cual forma según
la tendencia estilística o temática del poeta equivale, en cierta
forma, a señalar fronteras y limitar los espacios. Fue el escritor
Manuel Rico, en su Antología de Poetas Catalanes en Castellano,
titulada Por Vivir Aquí, quien señaló mi universo poético como de
la “meditación y de entroncamiento con la naturaleza”. Pero
respondiendo a la pregunta sin más devaneos, debo decir que es
cierto que mi pulso poético tiende a la reflexión acerca de la vida
y sus contornos, de los mínimos hechos cotidianos que pueden pasar
desapercibidos, pero que analizados convenientemente suponen una
carga emocional lo suficientemente importante como para tenerlos en
cuenta y tratarlos poéticamente. En definitiva, si el antólogo
consideró que mi obra versa acerca de la meditación y establece,
además, un entroncamiento con la naturaleza, me parece estupendo.
Otros, no obstante, al menos así desearía que sucedería,
descubrirán distintas vertientes que, de algún modo, enriquecerán
mi poesía.
¿Cuándo
empezaste a escribir y qué autores han influido más en tu
trayectoria?
–Creo
que hace toda una vida. Me recuerdo escribiendo desde siempre. Quizás
tuviera trece o catorce años. A esa edad, lógicamente, la
ingenuidad, la falta de experiencia, las escasas lecturas, son una
carga inevitable que supedita la creación, la verdadera creación.
Pero es precisamente en esos años cuando se va gestando el poeta,
cuando se van consolidando los cimientos, si no se desmoronan con la
edad. En cuanto a los autores que han influido más en mi
trayectoria, me gustaría pensar que todos los libros leídos me han
servido para algo y que aquellas noches en vela, entusiasmado con el
descubrimiento de algún autor, contribuyeron en gran medida a
formarme como poeta. No cabe duda que algunos nombres destacaron
sobre otros y fueron ellos los que en verdad me desvelaron la
verdadera dimensión de la poesía. Y cito, por poner un ejemplo, a
Jaime Gil de Biedma, después de haberme empapado de la generación
del 27, o a José Agustín Goytisolo, o a Caballero Bonald. Pero
tampoco quiero olvidar, sin que resulte demasiada extensa esta lista,
a Quevedo y, naturalmente, a Manrique
La
pregunta inevitable ¿por qué escribes?
–Sinceramente,
ni yo mismo lo sé. Podría dar infinidad de razones, pero creo que
no sería sincero. Acudo a la llamada de la escritura poética como
quien acude a un acto casi místico en el que, en algunas ocasiones,
sé que seré plenamente feliz. Y digo en algunas ocasiones
porque la creación conlleva también cierto sufrimiento, aunque
quizás no sea la palabra exacta, digamos que congoja, tal vez
placer, vicio. Parafraseando al poeta que antes citaba, Jaime Gil de
Biedma, diría que “el juego de hacer versos se parece en principio
a un placer solitario, después acaba convirtiéndose en un vicio
solitario”.
¿Consideras
el proceso creativo como un acto de exorcismo?
–Tal
vez sea un acto de exorcismo, no lo sé con certeza, pero lo que sí
creo es que todo acto creativo está envuelto por un halo mágico que
engrandece al ser humano. La creación se nutre de extraños
ingredientes que con frecuencia no sabemos señalar. Me gustaría
pensar que es una forma bella de acercase al universo, a un dios
desconocido, al misterio o a la nada.
¿Crees
necesaria la comunicación con otros autores/ras para mantenerte al
corriente sobre lo que se cuece en tu mundo?
–La
comunicación implica conocimiento, compartir conocimientos. Por eso
creo necesaria esa comunicación entre los coetáneos, necesaria y
eficaz. La transmisión de experiencias, es decir, conocimientos, no
sólo es algo innato, natural en el ser humano, sino que es muy
conveniente para alcanzar una visión más clara, justa y objetiva de
las inquietudes ajenas y del mundo en el que vivimos.
"hay jóvenes poetas que están abriéndose paso de una forma arrolladora, imponiendo nuevas formas (...)"
¿Cómo
ves el panorama actual de la poesía en nuestro país?
–La
poesía, igual como sucede con el teatro, está en una eterna crisis.
Aunque no es del todo cierto. Actualmente hay jóvenes poetas que
están abriéndose paso de una forma arrolladora, imponiendo nuevas
formas, nuevos usos en la utilización del verso, renovando con
ilusión su manera de entender la poesía. Y eso está bien. Porque,
además, tienen una excelente calidad. Quizás no se compran tantos
libros de poesía como sería deseable, pero me consta que la poesía
sigue viva y con ganas de ocupar el espacio que le corresponde,
acomodándose a la forma de entenderla desde los territorios de
nuestro siglo XXI.
¿Podrías
señalar las diferentes evoluciones de tu obra?
–No
sería objetivo si yo mismo señalara los caminos que ha recorrido mi
obra. Dejo esa cuestión a quien tenga la voluntad de seguir mis
pasos en la creación poética. No obstante, diré que he procurado
ser fiel a mis principios y a mis conceptos, riguroso en los temas y
en la forma de abordarlos. En definitiva, mantener, en la medida de
lo posible, aquella primigenia ilusión que me llevó a amar la
poesía.
¿Escribes
todos los días? ¿tienes algún ritual?
–Sí,
procuro hacerlo, releyendo lo ya escrito, reviviéndolo, como diría
Juan Ramón Jiménez, o pellizcando un nuevo poema que se resiste,
pero que, de alguna manera, intuyo como algo bello. Ritual no tengo
ninguno, tal vez algo de vocación y un poco de trabajo.
¿Se
es poeta las 24 horas del día?
–Efectivamente,
las 24 horas del día. No comprendo otra forma de ser poeta y
entender la poesía.
¿Necesitas
musas para inspirarte?
–La
única musa que conozco es la vida, la vida y todas sus variantes,
trochas, senderos, caminos que de ella emanan.
¿Qué
es la poesía para ti?
–Una
forma de entender la existencia, una manera de respirar, de pensar,
de amar, y también de sufrir, por supuesto.
¿Te
gustan las películas de gladiadores? ¿has estado alguna vez en una
cárcel turca?
–Me
gustaban. Cómo no acordarse de Espartaco o, actualmente, Gladiator,
que era, por cierto, paisano mío, extremeño. La segunda pregunta la
responderé, naturalmente con el ánimo de preservar mis derechos
constitucionales, solicitando antes la asistencia de un abogado, de
oficio, claro, ya que la poesía no da para muchos dispendios.
Entrevista concedida a Carmen Tomás el 9 de diciembre de 2013