lunes, 25 de mayo de 2015

Fragmento de Quema (novela inédita)

de Miryam Hache

Una japonesa viaja en auto y mira a través de la ventana. Es de noche. Los colores y las luces de los carteles se mezclan sobre su cara, apenas se distinguen sus ojos. Mira hacia arriba, yo no me doy cuenta, Paz me lo señala y es verdad, si se tratara de otra ciudad estaríamos viendo la típica imagen citadina de persona observando la calle a través de la ventana, hacia el costado. Pero en una de las ciudades donde quizás haya más concentración de personas solas en el mundo, donde los hombres no quieren ser hombres y pagan para ser niños, donde las mujeres son servicios, horas y cosas, actuando como madres o niñas, nunca mujeres, donde miles de hombres confiesan que ya ni quieren copular, ya no lo buscan, donde otros miles de jóvenes prefieren auto erotizarse hasta el absurdo, evitar el contacto real con los cuerpos y disfrazarse de dibujos animados o muñecos, donde prefieren seguir representando la pantomima del Facebook en la calle, refugiarse en el mundo de los sin sexo... en esa ciudad la mujer habla en off, su voz parece siempre arrimarse a la pausa: muchas personas viven solas en Tokyo, en realidad puedes hacerlo todo solo, por eso cuando encuentras una pareja ya no sabes cómo establecer una relación. Y ella que sabe o dice eso muestra la cara camuflada entre marcas, la mirada hacia arriba hacia dónde, no busca las nubes, ni el cielo, ni el sol, no está buscando el amparo de dios, observa las luces apabullantes de la ciudad, las torres altísimas como monstruos sin cabezas. Como máquinas incomprensibles pero bellas al fin. Como padres abandónicos. Con todo el odio y el amor que se les puede tener a los padres.